Como una piedra que rompe la fina superficie del agua en calma,
hiciste a mi mundo temblar.
Sin tener en cuenta que soy océano,
cambiante pero poderoso y,
que en este juego querida mía,
no me vas a ganar.
La lluvia vuelve a brillar,
ya no me invade la fría escarcha,
el rocío de invierno se volvió primavera en mi piel.
Por fin no son mis lágrimas las que humedecen mis ojos,
sino la tibia niebla de mi hogar.
Todos mis barcos están regresando,
menos sanos que salvos,
a su puerto.
Te dibujé infinitos mundos de infinitos colores,
tú los decidiste mezclar,
dejando sólo una mancha
gris.
A veces aún pienso que me queda bien,
que podría ser tu novia cadáver
que podríamos tocar un dueto al piano,
pero me niego a pasar la vida entre fantasmas.
Intenté sacarte a la superficie
sin darme cuenta
de que estabas anclada al fondo
por propia voluntad.
Ojalá encuentres en tus profundidades lo que buscas,
pero yo,
prefiero ver el Sol.
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