No he venido a ser una copia.
jueves, 29 de diciembre de 2016
Ya no (te) tengo miedo.
lunes, 14 de noviembre de 2016
Código rojo
Intento abarcar temas de uno en uno. Centrarme en un problema, analizarlo y encontrarle solución. Pero mi cabeza no funciona así.
La presión interna supera a la que mi cráneo puede soportar. Se va agrietando poco a poco. Pobre del que esté cerca cuando estalle.
Son las cuestiones fundamentales de la vida las que inquietan el alma, y noto cómo la mía vibra, ansiosa por conocer. Quiere volver a casa, donde todo empezó. Pero es prisionera de este cuerpo, esclava de sus necesidades terrenales.
¿Tu alma es inmortal? Si es así
¿está completa? ¿o es acaso el cuerpo el que posibilita este fin, haciendo posible su aprendizaje y conectándola al conocimiento?
Noto mi falta de léxico cuando hablo de estas cuestiones, aunque en muchos casos, faltan palabras que describan con exactitud ciertos términos, y a su vez, faltan palabras para describir los mismos.
Vivimos en un mundo de simplismos, abandonados de la reflexión. Otra opción es que, como en "la fiesta de las salchichas" lo prefiramos así, para no tener que pensar en la verdad y poder dar un sentido (aunque bastante pobre) a esto que llamamos vida.
domingo, 13 de noviembre de 2016
Must be something
Ya se me vuelve a enganchar tu pensamiento al estómago.
Llevo días sin querer comer otra cosa que no seas tú. Mis besos echan de menos tus labios.
A medida que me acerco a ti,
a la idea de volver a tenerte entre mis brazos, se me acelera el corazón. ¿Cómo puedes tener tanto control sobre mí?
Mis manos echan de menos el roce con tu cuerpo. Mis dedos quieren volver a enredarse con tu pelo. Mis pies anhelan volver a calentarse en tu espalda. Venus de mi Milo.
Mis oídos extrañan el huracán de tu respiración entrecortada cuando gimes.
Quiero sentirte cerca otra vez. No me hagas esperar más. Quiero ver amanecer en tu cuerpo.
miércoles, 26 de octubre de 2016
El descubrimiento
Y llegaste tú. A cambiarme los esquemas. A romper mi mundo. Está todo hecho un desastre desde que la primera vez que me vi reflejada en tus ojos.
Hay mariposas nuevas en mi barriga, hijas de tu sonrisa, esclavas de tu tacto, que revolotean como locas cada vez que miro tus labios.
Adoro tu autenticidad, la manera de ser siempre tú misma y nadie más, que seas todo lo que yo siempre he querido ser; fuerza, destreza y libertad.
Tu chispa ha prendido mi mundo y se ha vuelto incendio. Tu mirada me ha hipnotizado y ya no quiero dejar de verlo arder. Siento calor cuando estás a mi lado.
Quiero sacarte fotos cuando no miras; tú, un monumento en mi cama, y yo, turista de tus piernas. Ojalá no te tuvieras que ir.
Pero yo, cobarde, me limito a vigilarte en la distancia, observándote sumida en tu perfección. Y encerrada en mis sentimientos, espero ansiosa el día que te acerques y me preguntes qué pasa con ellos. Pero no quiero prisas, ni riesgos. Así que aquí me quedo, con tu cuerpo en mi retina y tu risa en mi recuerdo.
lunes, 19 de septiembre de 2016
Dark Well
jueves, 1 de septiembre de 2016
Ashcombe
Me he recorrido tantas veces por dentro, que me sé de memoria. Y sigo sin comprenderme; sigo perdiéndome en mi propio laberinto, es casi paradójico. Como una bailarina que gira y gira, sin moverse del sitio, y cuando acaba, todo le da vueltas. Y se baja el telón. Y me preparo para la siguiente actuación.
Supongo que nadie lo tiene claro. Pero coño, ¡qué bien lo disimulan!.
jueves, 9 de junio de 2016
Low. So low.
martes, 31 de mayo de 2016
JRJ
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.
¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?
Han sonado las horas dormidas;
está solo el inmenso paisaje;
ya se han ido los lentos rebaños;
flota el humo en los pobres hogares.
Al cerrar mi ventana a la sombra,
una estrena brilló en los cristales;
estoy triste, mis ojos no lloran,
¡ya no quiero los besos de nadie!
Soñaré con mi infancia: es la hora
de los niños dormidos; mi madre
me mecía en su tibio regazo,
al amor de sus ojos radiantes;
y al vibrar la amorosa campana
de la ermita perdida en el valle,
se entreabrían mis ojos rendidos
al misterio sin luz de la tarde...
Es la esquila; ha sonado. La esquila
ha sonado en la paz de los aires;
sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie.
¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores,
ya hay fragancias y cantos; si alguien
ha soñado en mis besos, que venga
de su plácido ensueño a besarme.
Y mis lágrimas corren... No vienen...
¿Quién irá por el triste paisaje?
Sólo suena en el largo silencio
la campana que tocan los ángeles.
jueves, 26 de mayo de 2016
Recomendación: leer escuchando Tokka, de Agnes Obel
No sé si es porque contigo me siento libre, capaz de contarte cualquier cosa.
al fin y al cabo eres lo único que tengo libre de prejuicios, libre de opinión, libre de todo.
LIBRE.
Me gusta esa palabra. Me evoca tranquilidad.
Suena Tokka.
Una niña juega con sus juguetes en una habitación. Tiene el pelo de oro, recogido en su lazo azul preferido. Sus rizos, como olas de mar, perfectamente peinados por los delicados dedos de su madre se posan sobre sus inquietos hombros.
Agraciada, con unos brillantes ojos color miel, habitualmente iluminados por el rosa de sus tiernas mejillas, hoy algo apagados. Su rostro angelical, adornado por un solo hoyuelo en la mejilla derecha goza de la belleza de la juventud.
Alegre como ninguna, se divierte colocando sus muñecas en círculo, aunque hace algún tiempo que perdió a Betty, su favorita, y la echa de menos. Sirve el té mientras cuenta mil historias inventadas a su amigo imaginario. Ríe, baila y canta.
Pero hay algo que no marcha bien. Será la música, pero un ambiente de incertidumbre llena la habitación. Se puede casi respirar la agitación.
Un gato se asoma por la ventana y la inocente niña se acerca a saludarlo. Un precioso y elegante felino. Su suave y brillante pelo negro incita a acariciarlo. Ronronea. La niña se inclina un poco más hacia él, pudiendo divisar el jardín de su casa: ve a sus padres llorando mientras terminan de empacar. Parece que pretendan abandonarla.
Su madre está sacando un ramo del carro, y se reclina sobre el árbol donde juntas solían leer y charlar. Pero en vez de su manta estirada sobre el césped, hay una especie de piedra gris, adornada con miles de flores y velas. Ve a Betty al lado de una de las coloridas coronas.
Quiere gritar, preguntar qué es lo que ocurre, pero de su garganta no sale ni un sonido. Observa cómo su madre monta en el carro y cómo llora desconsoladamente sobre el hombro de su padre, mientras se van alejando en el horizonte. Se queda sola.
Y así, todos los días.